Comisiones Obreras del País Valenciano | 17 mayo 2025.

Lugares de la memoria

    Las instituciones, como las personas, están configuradas por la historia, determinadas por hechos que condicionaron su destino y forjaron su personalidad. Constituyen referencias inexcusables para entender su trayectoria. Los historiadores e historiadoras les llaman 'lieux de memoire', lugares de la memoria, y aquí se recuerdan algunos que han sido importantes en la historia de CCOO.

    12/01/2016.
    Mesa del primer Congreso de CCOO PV en Castellón, 1978. Foto de Josep Vicent Rodríguez.

    Mesa del primer Congreso de CCOO PV en Castellón, 1978. Foto de Josep Vicent Rodríguez.

    "Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella remota tarde en que su padre le llevó a conocer el hielo". Poca gente conserva recuerdos tan extraños y mágicos como los personajes de García Márquez, pero todo el mundo lleva señales, heridas luminosas o dolorosas, que han marcado nuestras vidas.
     
    También las instituciones, como las personas, están configuradas por la historia, determinadas por hechos que en un momento dado condicionaron su destino y han forjado su personalidad. Constituyen referencias inexcusables para entender su trayectoria. Los historiadores e historiadoras les llaman lieux de memoire, lugares de la memoria, y aquí se recuerdan algunos que han sido importantes en la historia de CCOO. 

    LA REUNIÓN

    Camina con aire despreocupado, procura disimular la tensión cuando mira hacia atrás para ver si le siguen, dobla la esquina de la calle Caballeros hacia la plaza Manises y avista el lugar de la cita, un centro cultural que él no conocía llamado Lo Rat-Penat. Cuando se lo dijeron le extrañó, y más al saber que sería una reunión de quince o veinte personas. Hasta entonces ha tenido algunos contactos con un responsable del partido, del que por supuesto no conoce el nombre, encuentros sigilosos, respetando al máximo las normas de seguridad, y por eso le ha sorprendido que le citaran en un lugar público al que acudirían otros.

    Enciende un cigarrillo y se asegura de que no hay nadie sospechoso, reconoce a uno de los que están entrando, es un enlace del metal, persona de confianza. Sin pensarlo más se adentra en el local y estrecha la mano de uno de su empresa, saluda imperceptiblemente con un guiño al contacto del partido. Para su sorpresa, el que abre la reunión comienza dando su nombre y apellido, la empresa a la que pertenece y el cargo que ostenta, y lo mismo hacen otros. Cuando le toca el turno de intervenir nota una extraña sensación, como si fuera un buceador que sale a la superficie a respirar aire fresco. 

    En aquella histórica reunión de diciembre de 1966 se tomó la resolución de crear Comisiones Obreras, aunque nadie sabía muy bien qué podía ser eso, ni cómo hacerlo. Lo que parece que quedó claro es que no tenían que ser un grupo cerrado y oculto, de obreros de día y comunistas de noche, que tiraban un puñado de panfletos llamando a la huelga general, confiando en que la gente los cogería y seguiría las consignas. Eso estaba comprobado que no funcionaba. Había que entrar en contacto con los compañeros de trabajo, apoyarles, convencerles. Connecting people, darse a conocer, liderar la protesta. Ahí estuvo la originalidad de Comisiones Obreras y hoy continúa siendo uno de los rasgos de su identidad y de su estilo.

    Bajo la represión franquista no era fácil salir a la superficie, tendrían que combinar con astucia lo legal y lo ilegal, el conflicto y la negociación. Quienes ya tenían cierta experiencia en las nuevas formas de lucha explicaron que el cargo sindical servía para respaldar la representación, que la discusión sobre los cronometrajes fortalecía el poder de negociación (en Altos Hornos se habían tenido que repetir hasta cinco veces) que los convenios había que utilizarlos para articular la lucha de todo un sector, que la hora del bocadillo era el mejor momento para improvisar una asamblea. No sabemos con exactitud todo lo que se dijo en la reunión, porque como es natural no se levantó acta, pero las palabras que se pronunciaron debieron resonar como las que escuchó Anselmo Lorenzo a Fanelli, con la gravedad de un momento fundacional. Algo nuevo estaba comenzando en el movimiento obrero valenciano, tanto tiempo amordazado.

    LA CALLE

    Un observador atento hubiera advertido con facilidad que había algo raro en la Glorieta aquella tarde del 1 de mayo de 1967. Por ejemplo, aquellos dos sentados en un banco que miran constantemente el reloj no tienen el aspecto de los visitantes habituales, o esos otros con zapatillas deportivas que se asoman, miran en derredor y se apostan junto a la oficina de turismo. Diríase el ensayo de un ballet, con pequeños grupos inmóviles en el escenario, en la esquina del Palacio de Justicia, en el Parterre, junto al bar Glorieta, esperando que el director dé la entrada en escena.
     
    De repente la quietud cesa, los grupos se deshacen y aparece en el centro de la calzada una masa compacta que avanza por la calle de la Paz profiriendo un grito acompasado: li-ber-tad, li-ber-tad. La manifestación avanza a buen paso, pero al llegar a la altura de la calle de Comedias un contingente de la policía armada sale a su encuentro. Se produce un momento de gran confusión, porrazos y forcejeos con los guardias, gente por el suelo o huyendo, y son detenidas varias personas, que luego pasarán dos años en la cárcel. 

    Conquistar trescientos metros de libertad puede parecer insignificante, pero aquella manifestación, la primera desde el final de la guerra, tuvo una importancia extraordinaria porque significó la salida de la oposición a la calle e hizo de CCOO el eje de la lucha antifranquista. A partir de entonces, cada Primero de Mayo se convirtió en una cita obligada para todas las fuerzas de oposición.
     
    Las manifestaciones se multiplicaron a partir de 1970, hostigadas siempre por la policía, utilizando muchas veces la táctica de los "saltos" en diversos sitios para evitar las detenciones. Los estudiantes participaron activamente, con arrojo y entusiasmo, pero el peso del combate correspondió al movimiento obrero, porque era el colectivo más numeroso y organizado. Detrás de sus protestas estaba el conflicto industrial, mucho más temible que la no asistencia a las aulas. Tras la muerte de Franco, las huelgas convocadas por CCOO alcanzaron en enero de 1976 la cifra de dos millones de huelguistas (doscientos mil en el País Valenciano) contibuyendo a impedir el continuismo del Gobierno Arias e impulsando el proceso de Transición democrática. 

    La primera gran manifestación por el Estatuto, en enero de 1976, estuvo integrada básicamente por tres columnas de huelguistas que partieron de sus respectivas asambleas (los de la madera, desde el sindicato de la calle del Palau, los de la construcción, desde la Fonteta, y los del metal, desde la avenida del Oeste). Tras diversos enfrentamientos con la policía consiguieron agruparse en la calle de las Barcas y llegar a Pintor Sorolla. En la cabecera, representantes de la Junta democrática sostenían una pancarta que decía: Llibertat, Amnistía, Estatut d"Autonomia, Sindicat Obrer.
     
    Con la instauración de la democracia y la normalización  de la vida política, CCOO ciñó el campo de su actuación a lo sindical, puesto que ya existían instancias legitimadas para actuar en otros ámbitos de competencia. Esto no significa una reclusión en las empresas, la política sanitaria, educativa o de la vivienda atañe a los trabajadores y trabajadoras tanto o más que el salario y hemos de hacérselo saber a los gobiernos, gritando si es preciso. La vocación sociopolítica de CCOO no es un viejo tic del franquismo que haya que superar, sino un compromiso con la transformación de la sociedad. Las banderas rojas continuarán saliendo a la calle cuando la paz o la libertad estén amenazadas.

    LA VIEJA FACTORÍA

    La enorme fábrica deshabitada, con las naves vacías y los hierros descarnados, todavía impresiona al visitante. "Estos, Fabio, que ves ahora derruidos, fueron un tiempo muros de Itálica famosa". Aquí estuvieron los Talleres Devis, luego Macosa, aquí se construyeron locomotoras y vagones, martillearon las máquinas y trabajaron más de mil personas. Esta industria de cabecera de la economía valenciana también fue un enclave de resistencia y de lucha, como lo fueron Astilleros, Elcano, Segarra y Altos Hornos.

    Pero la melancolía es mala consejera y la moral de la derrota no es la nuestra. La obstinada negativa a rendirse de las trabajadoras y los trabajadores saguntinos es lo que hizo nacer a Sidmed, que hoy forma parte de Arcelor, la primera acería del mundo. La presión y la inteligente negociación de los sindicatos de Alstom, es lo que ha salvado la empresa. Vivimos tiempos turbulentos, dominados por estrategias oscuras de gigantes multinacionales, que solo un sindicalismo internacionalista puede enfrentar.
     
    Luchar contra enemigos desconocidos, contra decisiones que dependen de complicadas operaciones financieras, es aún más difícil cuando escasea el trabajo. "Lo vuestro fue muy duro, porque os podían meter en la cárcel, pero nosotros vivimos siempre en precario, es como si estuviéramos en libertad condicional", exclama un joven delegado, aburrido de recibir lecciones.

    Tiene razón, el mundo laboral se ha roto a pedazos. En un polígono podía haber cuatro empresas de la madera, tres del metal, un laboratorio farmacéutico y una industria láctea, con más de cien personas con contrato estable en cada una. Hoy es un fantasmal centro de logística con almacenes de reparto y muy poca plantilla. Las personas jóvenes se enfrentan a empresas de "prestación de servicios", subsidiarias de otras subsidiarias, con contratos basura. Una nueva problemática que requiere actualizar el sindicalismo heroico y dirigirlo a ese precariado, construyendo un modelo organizativo abierto y ágil que les respalde en la reclamación de sus derechos. Es imprescindible una formación sindical adaptada a las nuevas exigencias tecnológicas, reclamar a las instituciones una política industrial que garantice un futuro.

    BELLA CIAO

    Ríen todas con alboroto de algo que cuenta una de las cinco mujeres sentadas en torno a una mesa de bar, con la bata azul de la empresa, a la hora del bocadillo en un taller textil. Junto a la barra, el encargado, con una bata azul de mejor calidad, pide con prisa la cuenta y mira de soslayo a las mujeres. Sospecha, y no se equivoca, que se están riendo de él. Desde que llegó "esa", piensa malhumorado, me han perdido el respeto.
     
    Se marcha despechado, con aires de torero marchito y, al pasar, les recuerda que les quedan cinco minutos. Si, bwana, responde la más joven, inclinando cómicamente la cabeza, y todas se echan de nuevo a reír. Desde que llegó Cristina están revolucionadas, han descubierto lo que valen y lo que pueden. "Cada uno de nosotros vale tanto como Vos, y todos juntos más que vos", decía el juramento al rey de las antiguas Cortes Valencianas. Saben que las mujeres, estando unidas, pueden derrotar a la empresa.

    Son las dos caras de la lucha por la igualdad, feminismo y sindicalismo. En la cultura obrera tradicional la mujer ocupaba un puesto subordinado. Mantenía el hogar, cuidaba de la familia, si trabajaba, lo hacía en unas condiciones mucho más precarias, y además sostenía la lucha del varón. En el sindicalismo se perpetuaba la división sexual del trabajo y las actitudes machistas se vivían con total normalidad, en lo personal y en lo organizativo. Consideraban la lucha de las sufragistas como un asunto de mujeres burguesas. Pero el muro se fue resquebrajando gracias a la labor de mujeres valientes como Flora Tristán, Clara Campoamor, Victoria Kent, Federica Montseny, Dolores? y tantas otras, aún hoy.
     
    A mitad de los años sesenta un viento de revolución cultural agitó Europa, una revuelta antiautoritaria que también postulaba la emancipación de la mujer y la abolición del yugo patriarcal. En España el impacto del 68 impregnó la cultura de CCOO, abriendo la herencia tradicional del movimiento obrero a perspectivas más amplias. Cristina sabía que la liberación de la mujer pasa por lucha sindical y las reivindicaciones esenciales del mundo del trabajo (igual salario, acceso a los mismos puestos, la no discriminación) pero que no termina ahí, que tiene que incidir en la vida cotidiana y trasformar los roles y las relaciones de género.            

    EL EMIGRANTE

    Al bajar del tren los seis hermanos se reagrupan en torno a los padres, como en el inicio de Rocco y sus hermanos, recuentan maletas y cajas de cartón atadas con cuerdas, y emprenden la marcha, como una pequeña tribu en un país ignoto. Atrás quedan la pequeña casa de cal en el pueblo, tomaron el tren en Córdoba, y después de diez horas de viaje han llegado a Valencia. Esa noche, y hasta que encuentren acomodo, tendrán que dormir en casa de unos parientes. Antonio se empleó en una empresa de la madera, al poco contactó con las Juventudes Comunistas y asumió la tarea de crear CCOO en el ramo. Ninguna persona es extranjera allí donde se habla la lengua de la justicia, la dignidad y la solidaridad. Él conocía el significado profundo de esas palabras y enseguida se sintió comprometido con la gente y el país que le acogía. El emigrante se convirtió en el primero de los nuestros.

    Bajo su dirección CCOO se valencianizó sin excluir a nadie, se politizó en defensa del Estatuto, normalizó el uso de la lengua, y fue la primera organización (antes que el PSOE y el PC) en romper los compartimentos provinciales y estructurarse sobre la base de la las comarcas, como Confederación Sindical del País Valenciano. 

    Hoy siguen llegando personas migrantes que han afrontado peligros, sufrido engaños. También dejan atrás una casa, un río, una familia. Buscan trabajo para aliviar la miseria de su familia, recogen fruta, construyen edificios, limpian casas. Acuden al sindicato para que se les oriente. Sus pasos extraviados reavivan sentimientos del pasado propio, el desarraigo, la incomprensión, el papeleo abrumador, las dificultades de la vivienda, los abusos y, por encima de todo, la decisión de no volver atrás. Comprometernos con sus vidas no hacemos sino ser fieles a nuestra historia. Hace años un sindicato mestizo, de personas valencianas, manchegas, andaluzas y murcianas, se convirtió en la Confederación Sindical del País Valenciano. 

    EL LIBERADO

    En un despacho del sindicato conversan dos antiguos compañeros, él liberado de la federación, su amigo delegado de la empresa en la que ambos trabajaron muchos años. Suena el móvil, ya es la cuarta vez que ha interrumpido su conversación, y el amigo le suelta: "Joder, macho, estás hecho un ejecutivo". Sonríe forzado mientras atiende la llamada, ha habido un accidente y tiene que presentarse de inmediato. De repente se siente sin fuerzas para explicar nada, simplemente dice: "me tengo que ir". Le hubiera gustado contestarle: "ahora mismo me cambiaba por ti", pero ¿para qué? Está acostumbrado a tragar sapos en empresas hostiles, de organismos oficiales que dan largas, pero no se lo esperaba de su amigo. 

    Estás hecho un burócrata, quién te ha visto y quién te ve, eso es lo que ha querido decirle. Recoge los papeles en silencio, nota un sudor frío, como de pesadilla, y le parece que cuando alargue la mano para despedirse no podrá alcanzarlo. Y, sin embargo, aquel hombre que está sentado enfrente de él es su hechura. Lo está viendo el día en que llegó a la empresa, recién salido de la mili, individualista, protestón, dispuesto a tragarse todas las horas extra que hiciera falta para comprarse el coche, pero ni una más.
     
    Adivinó que tenía madera de líder, lo fue tallando hasta convertirlo en un sindicalista de primera. Recuerda la noche del encierro en la empresa, cuando el expediente de crisis, los dos sentados en la puerta, enrollados en unas mantas, trazando planes para sostener la lucha y hablando de dejar un mundo más justo a las futuras generaciones. Ha sido como un relámpago que ha incendiado su memoria, pero le esperan en el lugar del accidente. Luego tendrá que visitar a la familia, ayudarles con las gestiones y organizar una concentración frente la Conselleria, para protestar por la falta de seguridad en el trabajo. 

    Todavía queda por cerrar el convenio, habrá que preparar los equipos para las elecciones sindicales y enseñarles cómo se visita una empresa? y si lo del convenio no se arregla tendrá que organizar los piquetes de huelga. Las citas pendientes van cayendo sobre su frente como una lluvia fría que apaga el fuego de los recuerdos. Cierra la cartera con violencia, se pone de pie, y de repente siente la necesidad de huir, de echar a correr y dejarlo todo. "¿Te pasa algo?" Están los dos amigos frente a frente y él solo acierta a contestarle: ¿Ya no te fías de mí? El amigo comprende y, como si acabara de reconocerlo después de mucho tiempo, lo abraza. No has cambiado nada desde entonces.        
     
    Adaptación del texto de Ramiro Reig para la celebración del 40 Aniversario.