Comisiones Obreras del País Valenciano | 23 diciembre 2024.

Radicalidad democrática y unificación cultural frente al elitismo dominante

    Pese a la conciencia de que los postulados elitistas acabarían por imponerse a proyectos culturales democratizadores, la historiadora Dolors Sánchez identificó la brecha generacional sin relevo como grieta por la que merece la pena “remover el estanque y facilitar una modernización cultural más acorde con los intereses de una nueva mayoría social”.

    12/05/2017.
    Dolors Sánchez y Joan Sifre

    Dolors Sánchez y Joan Sifre

    El pasado 11 de mayo tuvo lugar una nueva sesión del “Seminari Obert d’Economia, política i societat”. En esta ocasión presentó su ponencia Dolores Sánchez Durá, especialista en historia contemporánea y del feminismo, Presidenta de FEIS, cuyo título fue: “Contra el elitismo: cambio cultural y radical democrática”.

    La ponente planteó dos cuestiones como eje inicial de su exposición: hasta qué punto el elitismo ha marcado el cambio cultural en la España democrática, y de qué cambio cultural hablamos. Partiendo de que el elitismo favorece o promueve el surgimiento de nuevas élites por cooptación, garantizaría su continuidad y legitimidad, con cierta apertura a la incorporación de nuevas personas “aceptables”. De este modo, entre fines del pasado siglo e inicios del actual, ésta visión acabaría primando sobre otras posibilidades y proyectos con más talante democrático.

    Para contrastar ambas tendencias, Sánchez citó algunos ejemplos destacados en el campo educativo, como Lorenzo Luzuriaga o John Dewey Ambos, que sostuvieron la necesidad de un proyecto de unificación democrática y para quienes la educación es una oportunidad equitativa.

    Luzuriaga, pedagogo, institucionista afirmaría que “el movimiento de la escuela única se percibe la tendencia a la unificación espiritual de la nación. A todo pueblo le interesa que dentro de sus fronteras no haya dos naciones diferentes: la de los cultos y la de los incultos, ni dos clases de instituciones educativas: para los pudientes y los no pudientes […] Nacionalización, socialización e individualización son en efecto los tres caracteres esenciales de la educación unificada”. (1931).

    Dewey en “Democracia y Educación” (1916) afirmaría que “una separación entre las clases privilegiadas y las sometidas impide la endósmosis social. Los males que en este caso afectan a la clase superior son menos materiales y menos perceptibles, pero igualmente reales. Su cultura llega a ser estéril, a retraerse para nutrirse de sí misma, su arte llega a ser una exposición ostentosa y artificial”. (1916)”. Un deterioro del que, se lamentaba Dolors, hemos tenido experiencia próxima en nuestra comunidad autónoma, en referencia a la airada defensa de los centros privados y concertados ante decisiones políticas de defensa de una enseñanza totalmente pública como palanca igualadora.

    También apeló a la radicalidad democrática de Gramsci, quien al referirse a la formación de los intelectuales afirmaría que “todos los hombres son intelectuales aunque no todos tengan en la sociedad la función de intelectuales”. En consecuencia sustentar este proyecto equitativo es una opción, supone creer en ello y desarrollarlo coherentemente.

    En la Institución Libre de Enseñanza, en las “Misiones Pedagógicas”, en la educación popular, en la “Revista España”, en la Constitución del 31 (art.48) se asumió esa convicción,...y esto se proyectó también en el antifranquismo que resumía en la “alianza de las fuerzas del trabajo y la cultura” (impulsada por el PCE) la voluntad de sumar en un proyecto político y en sus propuestas culturales esa voluntad antielitista. Esta misma idea latía, por ejemplo en el programa del Seminario de Pedagogía de Valencia (1975) “Por una reforma democrática de la enseñanza”.

    Treinta años después, y en la actualidad, las concepciones elitistas vuelven a ser dominantes. Por citar algunas expresiones, Mario Vargas Llosa, en un artículo de El País (4 dic.05) comentando a J. Ortega y Gasset sustentaba con él que la irrupción de las masas supondría la vulgarización, una marejada de mal gusto, chabacanería y estupidez. Ambos rechazan el “hombre promedio” y su elitismo cultural acaba derivando hacia posiciones más ambiguas sobre la democracia, ya que niega de facto cuestiones fundamentales como la validez en un jurado o en un proceso electoral.

    Dolors apoyó su intervención en numerosos ejemplos recientes, como los posicionamientos vertidos en El “Panfleto antipedagógico”, y que podemos resumir afirmando que entre los ’80 y el fin de siglo se dirime esa pugna a favor de las élites, produciendo un espacio cultural homogeneizado, gregario, con un consenso alejado y distante de la voluntad organizada de regeneración democrática

    Las diversas causas de esta visión desigual que se acabaría imponiendo derivan, a su juicio, de “un cambio educativo que no llega a ser; una televisión pública al servicio del Gobierno; unos agentes culturales que son subalternizados por el poder. Se instala una cultura como espectáculo, símbolo del crecimiento y de la “modernización”, como fetiche. Los medios de comunicación también habrían jugado un papel decisivo en la uniformización de la lectura “canónica” de la transición y la borradura de los orígenes auténticamente democráticos. El neoliberalismo aparece como un horizonte, combinado con un españolismo feroz”.

    Esta homogeneización supuso el gregarismo de los intelectuales como síntoma de una cultura elitista sin capacidad de regeneración democrática y un espacio cultural hegemonizado por un “consenso” recreado más allá de la historia e intangible.

    La esperanzadora conclusión de la ponente estriba en la posibilidad de un cambio de tendencia (que la tortilla se vuelva..) que habría que rastrear en la brecha generacional, en esa desconexión de las nuevas generaciones que no se sienten representadas un visión falsa del país que habitan. Sánchez se aferró al poder de la conciencia de irrealidad, a la capacidad de quienes están fuera de ese proyecto y son conscientes de la existencia de dos naciones, de recoger el legado democrático para protagonizar nuevas luchas y reivindicaciones.